Cuando tenemos que hablar del origen de las patatas bravas, tenemos que decir que no está muy claro; hay quien lo atribuye a «Casa Pellico» y otros dicen que se empezó a servir en «La Casona», ambos bares madrileños ya desaparecidos. Lo que sí es cierto, es que fue sobre el año 1960 y que las colas alrededor de estos dos bares sólo para probar las patatas bravas fueron míticas.

También existe mucha controversia sobre los ingredientes de esta salsa; básicamente se diferencian en dos vertientes, aquellos que defienden la presencia del tomate y otros que opinan que no debe llevarlo y que su color se debe a la presencia del pimentón.

Sea como fuere, hay algo que quizá no sepas: las Naciones Unidas —sí, la mismísima ONU— en un rato que le quedó una tarde de 2008 mientras decidía qué posición tomar en la guerra de Osetia del Sur, publicó un recopilatorio de recetas de patata donde reconoce las patatas bravas como un plato típico español.

Prometo que cuando me enteré de esto ganas me dieron de telefonear a la señora Naciones para agradecerle este detalle que daba trascendencia internacional a nuestro típico plato. Aunque Madrid parece ser el origen, debemos decir que en Barcelona también se encuentran buenas patatas, eso sí, que no te sorprenda si la salsa te sabe a ali-oli.

Aunque, claro está, aunque la historia de las patatas bravas no deje claro de dónde son, si estás por Madrid, te invitamos a que te vengas a cualquiera de nuestros restaurantes a degustarlas. Te contaríamos nuestra carta, pero pensamos que es mejor ponerte las palabras que nos dedicó JotDown:

«Si Las Bravas fuese un futbolista sería el más mediático de todos. Se gusta, se quiere y se da autobombo: salsa patentada, pone por todos lados. Más marketing no puede tener. No hay nadie en Madrid que no les conozca al menos de oídas: «En Sol está el sitio ese de la salsa secreta, dicen que son muy buenas», nos cuentan más de una vez.

Además de mediático, también sería presumido. El típico futbolista que se mira al espejo una y doscientas veces antes de salir a jugar. En Las Bravas (de c/Álvarez Gato) encuentras espejos en la puerta y espejos también dentro. Pero ojo, espejos con historia. Los espejos del esperpento, los mismos que inspiraron la obra Luces de Bohemia de Valle-Inclán. Aún conservan los originales rotos en una urna. Y en su honor, una réplica de ellos en la calle. Tal y como estaban a principios del siglo XX.

Las Bravas son tres sucursales, a pocos metros todas ellas, y a reventar de gente de Madrid y de todos lados que vienen a tomar tapas. Sus bravas son recomendables, pero si a estas alturas de reportaje ya está cansado de tanta patata, puede tomar otra tapa también con la famosa salsa patentada de Las Bravas.»

Mientras te lo piensas, te damos una razón más para que vengas a vernos: ¿no te entra hambre solo de mirarlo?

Las auténticas patatas bravas

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